He venido aquí a realizar un cruce solidario tras muchas horas de esfuerzo y entrenamiento. Tengo un compromiso con la Fundación Asisa y otro con los pacientes de AEAL y GEPAC. No pienso irme sin mojarme en el Estrecho de Cook. Aún no he recibido el mensaje que espero del capitán Philip Rush y, para sobrellevarlo, no encuentro lo que más me haría falta en este momento: paciencia.

            Viento, mareas, lluvias, tormentas… los elementos se han puesto de acuerdo para no darme tregua. Entreno, paseo, como, duermo… son horas grises bajo un cielo plomizo en las que en lo único que pienso es en un desafío que sigue pendiente.

            ¿Y si las condiciones no van a ser idóneas durante mi estancia? Digo yo que habrá que arriesgar o, al menos, intentarlo.

            Tumbado en la cama del hotel escucho el sonido de un nuevo whatsapp. No puede ser… ¡otro día más con el viento en contra!

            Esta vez respondo: «Philip, tenemos que hablar.»

 

 

 
 
 
Texto: Chus Sánchez
Fotos: Carlos Crivillés y Chus Sánchez

Pensaba que no era más que un nadador loco embarcado en un proyecto descabellado al que nadie iba a hacer mucho caso. Convencer a la Fundación Asisa de que me apoyara ya lo consideraba un milagro maravilloso. Y de repente… ¿La Embajada de España en Wellington quiere recibirnos para conocer mi aventura solidaria a favor de AEAL y GEPAC? ¿Cómo podría agradecérselo? Tardé en responderme menos de un minuto. ¡Con camisetas del reto! No llevo más que cuatro en la maleta, sé que no son suficientes pero menos es nada y es una forma de sumarlos a mi equipo. Las echo en la mochila y bajo corriendo a la recepción del hotel para no llegar tarde a nuestra cita. Llueve. Creo que no hay día que nos hallamos librado de la lluvia y del viento.

            El Wifi no nos acompaña como nos gustaría en este viaje. De vez en cuando nos vemos obligados a sufrir aquí o allá por no poder disponer de la tecnología en toda su plenitud. Por eso, he tardado en responder a la Embajada. Es cuando regresamos de entrenar y estoy en mi habitación el momento en el que descubro que tengo varios emails en la bandeja de mi correo electrónico y alguno más a través de las redes sociales. ¡Menudo subidón, espartanos! Si mi deseo es que este proyecto llegue lejos para dar visibilidad a los pacientes de cáncer quizá significa que lo estoy logrando.

            Nuestros planes de un día para otro se pueden desbaratar en cualquier momento ya que dependen del parte meteorológico y del mensaje diario del capitán Philipe Rush, por lo que concertar una cita no nos resulta fácil. De los mensajes pasamos al teléfono intentando abreviar. «¿Y dentro de una hora?» La propuesta es tan precipitada como sensata y acepto sin dudarlo. «Allí estaremos.»           

            Confieso que cuando se lo cuento a lo demás nos ponemos nerviosos y comienzan las prisas subiendo y bajando a las habitaciones para prepararnos. Tan lejos de casa, un reconocimiento así era lo último que esperábamos. Nos ha emocionado. Salimos a la calle aprovechando un parón de la lluvia y apretando el paso. La sede de la embajada está en un bloque de pisos en pleno centro y llegamos enseguida, esta es una ciudad de distancias cortas en la que te manejas pronto. Nos recibe el jefe adjunto de la Embajada, Luis Ángel Redondo, y casi tras él aparece el embajador, Fernando Curcio Ruigómez.

            Ambos nos invitan a acompañarlos a un salón de reuniones. Frente a nosotros, nada más sentarse, el representante de España en Nueva Zelanda nos cuenta que ha visto la noticia del desafío en TVE y que espera que hayamos tenido una buena acogida. Con una sonrisa nos transmite que le ha parecido fantástico descubrir que un español acuda hasta Wellington para realizar una una prueba de natación de tal calibre con el objetivo de dar visibilidad a los pacientes de cáncer. Para nosotros si algo nos resulta genial, es haber despertado su interés, incluido el que juegan en este partido los pacientes y la Fundación Asisa.

            Tras exponerle los detalles de mi batalla para conquistar los Siete Océanos alrededor del mundo, nos presentamos uno a no. Somos siete y quiere conocer qué papel desempeñan los demás cuando solo es un miembro del equipo el que se lanza al agua. Muy pronto se hace una idea del trabajo que acompaña un cruce de estas características. Kayaker, entrenador, avituallamiento, botiquín, redes sociales, notas de prensa… Allí, juntos en la sala, la primera idea que quiero transmitirle es lo especial que está resultando este viaje a pesar de que el cruce se está haciendo de rogar.

            Un detalle más de las anécdotas que vamos reuniendo… por la puerta entra Maite Irurzun, la mujer del jefe adjunto de la Embajada. Resulta que ella es… ¡de Alicante! No solo eso, ha sido compañera de colegio y comparte promoción con Alberto, mi hermano pequeño. Y ahora es cuando vosotros decís, ¡Qué fuerte!, ¿no? No sé si os habéis fijado que no paro de escribir exclamaciones, pero creo que no es para menos si escribes esta crónica desde las antípodas. Nos vemos obligados a dejar que el asombro protagonice el encuentro durante unos minutos ante las coincidencias del destino para reunir a las personas.

El equipo con Maite Irurzun

            Algo más tarde somos nosotros los que queremos saber qué hacen unos dos mil españoles viviendo en Nueva Zelanda de los que un buen pellizco reside en Wellington. La profesión mayoritaria es la de profesor de español incluyendo catedráticos en esta materia, pero también se encuentran informáticos, cocineros, dueños de restaurantes, científicos, profesionales del cine que trabajan para Marvel, expertos en vida marina, una sismógrafa que ha elegido vivir en el país con más terremotos del mundo, dos músicos de la Orquesta Sinfónica y Nadia Yanovski, la primera bailarina del ballet nacional neozelandés, a quien también esperamos saludar antes de marcharnos ya que también nos ha enviado varios mensajes. Si algo nos queda claro es que en casa hay mucho talento y que se trata de un valor que no tiene fronteras.

 

            Me resulta asombroso que, en conjunto, los españoles forman una comunidad muy bien avenida que está en contacto permanente y hasta organizan actividades conjuntas. De hecho, no hemos dejado de cruzarnos en nuestro camino con españoles que residen aquí y que han tenido noticia del reto a través de la campaña de camisetas en las redes sociales. Muchos han contactado con nosotros con la intención de conocernos, apoyar al equipo y pasar un rato juntos. De todos ellos debo agradecer a Raquel Roncero que desde el minuto uno haya sido nuestra guía en la ciudad y nos haya dedicado tan grata compañía, consejos y su valioso tiempo.

            Nuestra visita a la Embajada ha sido breve pero intensa. Nos despedimos dejando para después del cruce un nuevo encuentro. Uno en el que espero sentirme mucho más feliz de lo que me siento hoy y mucho más relajado, porque eso sí, nervios creo que tengo tantos como de aquí a España.        

        

 
 
 
Texto: Chus Sánchez
Fotos: Carlos Crivillés y Chus Sánchez

¿Quién me conoce mejor que yo mismo cuando se trata de nadar? Mi entrenador. José Luis Larrosa es una figura internacional de las aguas abiertas con quien he compartido más de una travesía. Nació en Elche pero el destino le ha llevado a Malasia. Allí no solo trabaja como profesor de Educación Física en un centro educativo, además hace muy poco que ha sido fichado como entrenador del equipo nacional de natación.

         Hace tan solo 24 horas que nos hemos reunido en Wellington. Hoy, para cambiar de tercio, será él quien explique el trabajo que hemos estado desarrollando durante los últimos meses.

         «Hemos comenzado la temporada con un primer objetivo: afrontar el Estrecho de Cook. Nos hemos centrado en retomar la base aeróbica, aumentar la fuerza y velocidad. Físicamente, Jorge ha aumentado masa muscular e incrementado su capacidad aeróbica. Además, hemos trabajado algo más específicamente la aclimatación, con sesiones más frecuentes en mar y algunas tiradas largas con aguas frías, tanto en Alicante como en otros lugares (entre ellos Irlanda y Holanda).

         «El Estrecho de Cook requiere una buena aclimatación, no solo por el agua fría, que rondará los 14 o15 grados de media, sino también por los cambios de temperatura, ya que hay corrientes que conllevan alteraciones desde 19 a 12 grados.»

         En su opinión, «esa mejora en la fuerza y velocidad le ayudarán con las posibles corrientes del Estrecho.»

         Por otro lado, José Luis hace balance del trabajo que hemos realizado juntos desde que se integró en el equipo «estos tres años entrenando a Jorge me han servido para conocer mejor sus puntos fuertes y débiles. Jorge es un nadador constante, con un espíritu de sacrificio espectacular y con una tenacidad fuera de lo normal, pero también destaco que hemos tenido que hacer ciertas correcciones en su técnica con el objetivo de mejorar eficiencia y velocidad y sobretodo evitar lesiones.»

         Desde que nos hemos encontrado aprovechamos todos los minutos para hablar y entrenar, tanto en mar como en piscina. Ha encontrado una de 50 metros en la que estoy tratando de ganar velocidad.

         Cuando regresamos al hotel descubro en mi bandeja de emails que acabo de recibir un mensaje… ¡De la Embajada de España en Wellington!

        

 
 
 
Texto: Chus Sánchez
Fotos: Carlos Crivillés y Chus Sánchez

¿Qué hacer cuando solo puedo esperar? Buscar playas. A ese plan me estoy dedicando en cuerpo y alma con el objetivo de entrenar lo más posible y pensar menos. El primer mensaje de Philipe Rush informándome de que el mal tiempo obligaba a posponer el cruce no me dejó una opción mejor.

Me propongo localizar una línea de costa con el mar enfurecido, con olas de altura que no me resulten fáciles de dominar. Encuentro lo que quiero en nuestra primera salida: Lyall Bay, a escasos kilómetros de Wellintogn. Aunque es una playa autorizada para el baño muy popular, el viento la ha convertido esta mañana en un desierto, tan solo coronada por un surfista solitario. Tiene justo lo que necesito: dificultades. Un mar estilo plato no me ayudaría hoy a prepararme para lo que imagino que me espera.
Nado con Selina y Rafa en un agua más bien fría, se nota que en este continente se acerca el invierno. Las olas nos empujan con tanta fuerza que debemos poner empeño en avanzar hasta superar los primeros metros y empezar a dar brazadas en linea recta.

El viento es un factor clave en la natación de aguas abiertas. En este caso, el aire que sopla de tierra hacia el mar levanta las olas hasta unos dos metros. El objetivo es aprovechar esa fuerza en la medida de lo posible para avanzar. Tras más de una hora aplicándome esta lección, regresamos a la orilla conscientes de que no podremos librarnos de la arena que llevamos en el cuerpo sin una buena ducha, ya nos hayamos bañado o no.

Para combatir el frío, Chus y Alberto nos traen un taza de café caliente del Maranui Cafe, un local célebre en la ciudad tanto por su antigüedad como club de surf como por haber tomado té en él la famosa pareja de la familia real inglesa formada por Meghan Markle y el príncipe Harry durante su reciente visita a Nueva Zelanda. Una cristalera espectacular, desde la que se puede contemplar el mar y a los surfistas, imagino que debe de haber sido el reclamo que a ellos y a nosotros nos ha empujado hasta allí.

Damos por terminada la mañana con un largo paseo en una reserva natural cercana, Taputeranga. El paisaje cambia de repente y se transforma en uno más salvaje haciéndonos creer que nos hemos alejado de la civilización. Nadie diría que solo estamos a unos seis kilómetros. Entre las algas y la arena hemos encontrado ojos de Santa Lucía, el opérculo de nácar de una concha que en el Mediterráneo se asocia con la buena suerte. Sé que no me va a hacer falta, pero no quiero llevarle la contraria al destino y me la echo al bolsillo.

 
 
 
Texto: Chus Sánchez
Fotos: Carlos Crivillés y Chus Sánchez

Apreté la mano del capitán Philip Rush consciente de que estaba saludando a una leyenda de la natación a nivel internacional. «Te llamaré cada tarde entre las siete y las ocho para decirte si al día siguiente se efectuará el cruce y la hora de encuentro. Debes tenerlo todo preparado para antes de embarcar.» Siento un subidón de adrenalina cuando lo escucho y en mi cabeza no hay más que preguntas. ¿La cita más importante del reto se concretará tan solo unas horas antes? Él asiente con una medio sonrisa y una confianza pasmosa. No responde de inmediato, deja correr un silencio que a mí y al grupo nos crea una tensión que aliviamos con unas cuantas risas.

A primera vista, este bombero de Wellington de mediana edad no tiene el aspecto de un gran atleta ni de una figura internacional de ultra distancia en natación. Sin embargo, cuando habla se aprecia con rapidez su experiencia. Pronto va directo al grano y me lanza el consejo que necesito para afrontar esta travesía. «Constancia en las brazadas, no bajes el ritmo por fuerte que sea la corriente.» Me mira a los ojos y yo asiento con convicción. Le comento a mi equipo que la carrera de Rush comenzó en 1979 y acabó en 1988. Han pasado unos cuantos años y nadie ha logrado destronarlo del récord mundial que posee tras realizar un triple cruce del Canal de La Mancha. Tardó 28 horas y 21 minutos. Tan solo otras tres personas en el mundo han logrado esta hazaña, aunque ninguna ha mejorado bajar ese marcador. Él logró bajar el anterior récord en un margen nada menos que de diez horas. Me lo comenta como si tal cosa, mientras entre una cosa y otra me explica que el tiempo cambia de forma muy brusca en esta zona del país, hasta tres veces en una misma jornada, por lo que es mejor concretar con tan escaso margen el momento de la salida. Se muestra tan seguro cuando me informa que no hay margen para la dudas, sobre todo si tengo en cuenta que me asesora un nadador que ha recorrido ocho veces antes el trayecto que yo he venido dispuesto a realizar desde muy lejos. Me parece increíble estar ante una personalidad tan relevante en el mundo del deporte y, la vez, tan desconocida incluso para muchos nadadores que llevamos años en esta disciplina.



Me concentro de nuevo en mi prueba. Conocer al capitán es para mí un momento clave antes de cada desafío. Es vital ponerte frente a la persona de la que va a depender la travesía. Él tomará las decisiones relevantes, el rumbo, las paradas y si el cruce debe continuar o no, en función de cómo fluya el destino y los elementos. Supongo que es un punto a mi favor contar con la dirección de un experto como él que ha pasado por las dificultades a las que me enfrento y, ademas, se maneja en el mar. Es también la primera vez que no quedo con un capitán en su barco, en los dominios desde donde se dirigirá la travesía, pero ya me he dado cuenta de que, en este caso, para él se trata de un factor menos relevante que plantearme los problemas que aparecerán durante el itinerario.
La prueba la vigilará junto con la organización desde una embarcación de recreo. En ella zarpará también parte del equipo. Además, una lancha tipo zodiac me acompañará a pocos metros de distancia desde el punto en el que se establezca la salida, que está situado a una hora y media de la costa. Esta barca me asistirá para avituallarme y será mi punto de comunicación con el barco, además vigilará mi estado físico.



Hasta ahora he estado acostumbrado a la compañía de un kayak. Philip me explica que la lancha neumática cuenta con un motor eléctrico que no hace ruido y no desprende humo. Me transmite sin palabras que la situación está bajo control, que la travesía irá bien.

A través de la charla busca un punto de afinidad conmigo y me cuenta que conoce Barcelona, una ciudad en la que estuvo trabajando durante unos meses como entrenador. Luego vuelve a la prueba, antes de irse intenta que nada que pueda ser relevante se le quede en el tintero. Me alerta de que deberé nadar entre olas de varios metros. No es una dificultad para la que no me vea preparado, ya la asumí en Molokai y Japón. Respiro hondo para aceptar ese bache que aparecerá en el camino.

Chasquea los labios y me avisa de que la fauna marina que se puede cruzar en mi camino en esta época del año no es precisamente pequeña: orcas, ballenas, delfines… ¡Menudo momentazo! Si así fuera espero que se graben en mi memoria y en imágenes que pueda compartir con vosotros.

Nos despedimos con otro apretón de manos, un pulgar levantado y una última pauta: «¡atento al móvil cada día entre las siete y las ocho de la tarde!» Me río, ¿es que podría olvidar esa cita? Sin darme cuenta, conecto en mi interior una alarma que no está en el teléfono, una señal que me prepara para lanzarme al agua.

 
 
 
Texto: Chus Sánchez
Fotos: Carlos Crivillés y Chus Sánchez

Amanece en Wellington y tengo la sensación de que ha transcurrido una semana desde que salimos de Alicante y no solo dos días. Hemos pasado 48 horas volando y recorriendo aeropuertos para llegar hasta las antípodas de España. Hoy, al abrir los ojos, me he dado cuenta del largo camino que hemos recorrido desde que en la estación, mi kayaker, Rafa Pastor, me entregó un dibujo y una carta escrita por su hija Aitana con consejos y recomendaciones para esta aventura. Me emocionó pensar que con 11 años se había levantado muy temprano para terminarla y hacérmela llegar.

El dibujo de Aitana

Tve

Desde entonces hemos compartido el reto con muchísimas personas que se han interesado gracias a las camisetas y la equipación de la Fundación Asisa que nos identifican. En Madrid le dimos un abrazo de despedida a Marcos Martinez que representando a GEPAC acudió a Atocha a desearnos suerte. Como ya sabéis, también nos recibió un equipo de TVE, cuya entrevista se emitió en el informativo de esa misma noche. Desde que bajamos de ese último tren no han dejado de sucedernos peripecias que resumiré en unas pocas líneas.

 

Aeropuerto de Dubai

Aeropuerto de Dubai

 

Aeropuerto de Wellington con el águila y Gandalf, el personaje de El Señor de los Anillos

Aeropuerto de Wellington con el águila y Gandalf, el personaje de El Señor de los Anillos

 

Avión con destino a Auckland

Avión con destino a Auckland

 

Una avería en el avión que debíamos tomar en Dubai nos obligó a desembarcar cuando ya estábamos preparados para el despegue y a peregrinar por el aeropuerto seis horas más de las previstas. Solo una carrera pudo evitar en Auckland que no perdiéramos el último avión para llegar a nuestro destino. En Wellington nos dio la bienvenida una noche de tormenta y nos subimos a un coche alquilado en el que no nos cabían las maletas. Películas, libros, sueño, comida basura y… muchas risas. El buen humor ha sido la clave para que las mochilas del viaje pesen menos.

Os cuento el plan para esta mañana: ¡Un buen desayuno y a entrenar!

 

 
Texto: Chus Sánchez
Fotos: Carlos Crivillés y Chus Sánchez

El pasado 3 de Abril se realizó la presentación oficial del reto en la Clínica Vistahermosa de Alicante. Leer más

El cardiólogo Juan Antonio Quiles alerta del riesgo que implica la falta de control médico en pruebas deportivas de alta intensidad

Un ecocardiograma es la prueba diagnóstica a la que todo deportista debería someterse al menos una vez en la vida. Además, por encima de los 40 años sería preciso de forma anual afrontar un test de esfuerzo o ergometria. Si has dado el paso de mantener un ritmo de entrenamiento constante y participar en competiciones, ni siquiera deberías dudarlo. Por mi parte, trato de cumplir con estos requisitos y, una vez más, acudo a realizarme mi revisión en la Clínica HLA Vistahermosa. Creo que es el momento, un par de semanas antes de embarcarme para el reto a nado en el Estrecho de Cook.

         Mientras estoy en la consulta decido que sería positivo escribir en mi web sobre este tema. Cuento con amigos nadadores y corredores que se someten a entrenamiento físico casi a diario y que ni siquiera han pensado en el riesgo para su salud que ese descuido puede acarrearles. Entre ellos hay jóvenes, pero también deportistas que han superado la barrera de los 40 años.

         Por curiosidad, antes de acudir a la consulta he estado echando un vistazo a algunas estadísticas. Por ejemplo, la Federación Española de la Medicina del Deporte calculó en 2018 que cada año, más de un centenar de personas que fallecen de muerte súbita está asociada al ámbito deportivo. El dato que me ha resultado más increíble es que el 95% de los fallecimientos se podrían haber evitado perdiendo unos cuantos minutos en el médico. Las cifras me alertan de la falta de concienciación a pesar de la tendencia social de cuidarnos físicamente.

         En esta ocasión me atiende el cardiólogo Juan Antonio Quiles. Compartimos  mis impresiones y algunos de estos datos mientras me preparo para la revisión. En su opinión, “a partir de los 40 años lo que interesa es descartar la aparición de una enfermedad coronaria. Es, sin duda, la responsable de los momentos desagradables que se producen durante una competición de alta intensidad”.

         El doctor Quiles se muestra contundente cuando me explica que aún detecta un alto nivel de despreocupación entre los deportistas a pesar de que se trata de su corazón. Para este experto, un factor que debería cambiar es “la falta de control por parte de los organizadores de las pruebas deportivas. No exigen de antemano este tipo de revisiones, cuando son un elemento clave para la salud y el deporte.”

         Siento que tiene toda la razón cuando dice que “es increíble la inversión que algunos deportistas realizan en equipamiento, como bicicletas o zapatillas, mientras no piensan en invertir en salud con una simple revisión. Incluso he llegado a detectar, en alguna ocasión, casos de personas que han ido a quirófano directamente.”

         Para someterte a un ecocardiograma basta con tumbarte en una camilla y relajarte mientras los ultrasonidos de la máquina rastrean tu corazón. En mi caso no tardé más de quince minutos y tuve que esperar otros cinco o seis para recibir en mano mi informe, que constataba que mi órgano está en perfecto estado. Ni siquiera es necesario tomar ningún medicamento previo ni estar en ayunas. Le pregunto al doctor las consideraciones que debería tener en cuenta cualquier deportista antes de entrenar y la respuesta es muy sencilla “considerar si tu nivel de preparación es excesivo o si no se ajusta a tus condiciones físicas. No hay que competir contra uno mismo, siempre hay que tener claros tus límites.”

        

 

El próximo mes de abril estaré atravesando a nado el Estrecho de Cook, en Nueva Zelanda. Son aguas agitadas, bravas, clasificadas como unas de las más peligrosas del mundo. Es el paso que utilizaron los pioneros europeos del siglo XIX para explorar el continente. En esta ocasión, me aventuro a nadar entre corrientes que provocan las mareas, vientos y tormentas eléctricas que unen las islas Norte y Sur, los dos brazos de tierra que componen el país.

Mientras preparo el viaje he leído crónicas que cuentan que uno de cada seis nadadores se cruza en su travesía con tiburones y medusas, una fauna habitual en la zona.

Llevo días diciéndome que no me voy a dejar intimidar por los obstáculos que han superado un total de 112 nadadores de todo el mundo desde 1962. Sobre los inconvenientes debe primar que el desafío será por una buena causa, que con cada brazada recibiré el apoyo de los pacientes de cáncer de AEAL y GEPAC. Además, me siento agradecido porque la Fundación Asisa sigue confiando en mí por muy inalcanzable que parezca el objetivo. No puedo olvidar el respaldo de mis compañeros del club de natación RC7 al que pertenezco. Sumando todas estas fuerzas, este será el quinto cruce que debo superar para lograr el título internacional de los Siete Océanos.

         La resistencia es la clave para llegar hasta el final y he optado por inspirarme en una de las grandes leyendas del país: los All Blacks, el apodo que recibe la selección oficial de rugby. Seguramente habrás visto alguna vez la impresionante danza tribal que llevan a cabo antes de cada partido. Se denomina Haka y se trata de una danza ritual del pueblo maorí que ejecutan como grito de guerra o antes de luchar en una batalla. Con el objetivo de intimidar a mis enemigos: las condiciones adversas, el frío o el agotamiento, voy a preparar mi propio Haka mental.

         Serán más de 25 kilómetros que separan las principales islas de Nueva Zelanda, entre el mar de Tasmania y el océano Pacífico. No me gusta hacer cálculos pero supongo que serán más de diez las horas las que estaré en el mar.

Gracias a todos lo que me acompañáis en cada viaje. Como siempre, junto a mis comparemos de equipo, os iremos informando de cada novedad.

¡Nos vemos en Oceanía!