Hoyar las cumbres más altas de cada continente es uno de los timbres de excelencia del alpinismo. El hito equiparable en la natación se denomina Siete Océanos y consiste en hacer travesías muy especiales por todo el globo. Es un desafío que se le ocurrió en 2008 a Steven Munatones, exnadador y waterpolista estadounidense. El primero que lo completó fue el irlandés Stephen Redmond en 2012.
Desde entonces, menos de una decena de nadadores han completado las siete cumbres elegidas por Munatones: el Canal del Norte, entre Irlanda y Escocia; el Estrecho de Cook, entre las dos islas de Nueva Zelanda; el canal de Molokai, en Hawaii; El Canal de la Mancha; el Canal de Catalina, entre la isla del mismo nombre y la costa de California; el Canal de Tsugaru, entre las islas japonesas de Honshu y Hokkaido, y el Estrecho de Gibraltar.
Un español, Jorge Crivillés, está en el empeño, y tras haber cruzado el Canal de la Mancha (2012), el de Catalina (2015) y el de Molocai, en el que nadó 53 kilómetros (2016), ahora pretende hacerlo con el de Tsugaru a finales de este mes. Él no computa para esta empresa el cruce de Gibraltar que realizó con traje de neopreno (2010); lo quiere repetir a pelo.
Crivillés, un visitador médico de 46 años que empezó a nadar hace siete por sus problemas lumbares -«yo soy un intruso», se define-, se planteó este reto tras completar la Triple Corona de las aguas abiertas, que la forman el Canal de la Mancha, el de Catalina y la vuelta a la Isla de Manhattan (2014).
Su próxima prueba en Japón empezó a prepararla en noviembre pasado. Después de invertir casi 18 horas en Molokai, con olas de 3 y 4 metros, y donde se tuvo que parar durante una interminable media hora en el agua rodeado por cuatro tiburones -si se salía el intento quedaba anulado-, los 16 o 18 grados que espera encontrar en Tsugaru no le arredran. «Y pueden bajar a 13 en zonas próximas a la llegada, cuando llevas ya un desgaste importante, pero lo peor es que las corrientes son imprevisibles», advierte Crivillés como datos accesorios. Los 19 kilómetros en línea recta se alargan considerablemente debido a las fuertes corrientes que arrastran a los pocos intrépidos que lo han cruzado a nado, 24 hasta la fecha.
«Si todo fuera bien podría tardar entre 12 y 14 horas, empezando de madrugada», calcula Crivillés, que se confiesa «muy poco competitivo. Me encanta nadar en solitario, esa introspección, y poniéndote en situación límite».
Fuente: Diario Marca