No nadaré en el Estrecho de Cook en este viaje. La noticia no la puedo encajar peor. Unos y otros tratan de consolarme hablándome de la victoria que supone una retirada a tiempo. ¿Qué están diciendo? Esa frase tan socorrida no va conmigo, ni siquiera me he medido la fuerzas en este mar. Sin contienda no puede haber retirada.
«Will need to see you latter.» Esas escasas palabras de Philip Rush no me sonaron nada bien en el WhatsApp. Las interpreté varias veces con resultados muy distintos antes de vernos por última vez. Durante nuestra conversación, él me insiste en que he agotado las posibilidades y que lanzarme al mar así, tal y como está, es una locura: «El problema radica en que el coeficiente de marea es muy alto y eso aumenta la fuerza de las corrientes de forma desmesurada. La previsión ha cambiado y el pronóstico se mantendrá o irá a peor a partir de ahora, con la llegada del invierno.»
Trato de coger ese toro por los cuernos y le digo a Rush que me quedo aquí más días de los previstos, los que hagan falta. Él me mira a los ojos para insistir en que debo marcharme y regresar dentro de unos meses. «No eres al primer nadador al que le sucede algo así, estamos hablando de unas de las aguas más peligrosas del mundo y hay que encontrar las condiciones adecuadas. Lo mejor es hacerlo más adelante. No voy a poner en peligro tu vida». Son palabras mayores y no sé qué decir. Agacho la cabeza.
A pesar de que sus frases suenan rotundas, de que el mensaje es blanco y en botella, no veo la hora de darme por vencido. Aquí la previsión meteorológica cambia cada tres horas y me aferro a un hilo de esperanza tras echar un último vistazo a la pantalla de mi móvil. Soy yo quien ahora me enfrento a los ojos de Rush para decirle que aún me quedo a la espera de una última respuesta porque, en el último parte, tengo la impresión de que las mareas y los vientos podrían soplar a mi favor. Asiente. Poco convencido pero asiente y, un día mas, me dedico a esperar. A última hora de la tarde recibo una misiva con la negativa definitiva y… la impotencia me invade.
Gran parte de esas últimas horas de tensión no han transcurrido en la gris habitación de un hotel o dando vueltas en plena calle. Mi equipo y yo hemos estado en la residencia del embajador de España en Nueva Zelanda, Fernando Curcio, quien a sabiendas de que no hay motivo para la celebración, nos ha acogido en nuestras horas más bajas para darnos ánimos. Ha sido tanta su hospitalidad que, al menos durante el encuentro, se nos ha olvidado la mala suerte que nos acechaba y hemos compartido temas muy variados de conversación. Realidades muy alejadas de la mía que me han hecho reflexionar y olvidar mis propios problemas. En ese sofá también se han sentado con nosotros la Fundación Asisa y los pacientes de AEAL Y GEPAC, los dos pilares que nos han traído hasta las antípodas.
Algo que no podré olvidar es la cálida acogida que él y el resto de su equipo en la embajada nos han brindando, haciéndonos sentir que nuestra casa está a la vuelta de la esquina. Desde estas líneas quiero enviar un fuerte abrazo a Fernando Cierzo, Luis Ángel Redondo y Maite Irurzun. No podría olvidarme de nuestro ángel en Wellinton, Raquel Roncero, quien ha guiado nuestros pasos casi cada día en esta ciudad. También a Pilar Villamor quien nos ha abierto, sin dudarlo, las puertas de su casa. Por supuesto, a todos los españoles y amigos de habla hispana que, tras tener noticia de nuestra estancia, han querido conocernos o apoyarnos, como la nadadora mejicana Alicia y Lalo Larrinaga, quien me ha invitado al programa de radio que dirige en Wellington.
Para sobrellevar que soy un deportista sensato que debe preparar su equipaje en los próximos días dejando aquí una cuenta pendiente, me he decantado por tomarme una cerveza en vez de un té en una terraza de Oriental Bay. Quiero pasar el trago más duro cuanto antes. El primer paso ha sido comunicar la noticia a mi familia y a los que más confían en mí. No ha sido nada fácil escribirla con la rabia comiéndote por dentro. Muy pronto, me han calmado palabras de consuelo.
«Esto es solo parte del reto. Si solo se tratara de nadar no sería algo tan exclusivo, para unos pocos. Tendrás tu ventana en algún momento y, cuando ese momento llegue, el triunfo nos sabrá a todos más. No es un fracaso, es una parte de la historia de esta prueba y de su dureza. ¡Ánimo para todos!.» Confieso que se me han saltado las lágrimas cuando he leído estas palabras de la Fundación Asisa.
En mi email he recibido unas líneas de Marcos Martínez, director financiero de AEAL. Se nota en sus palabras que el lazo de la amistad se está anudando con más fuerza entre él y yo. «Los pacientes van a saber valorar tu esfuerzo y compromiso, tu entrega. Queremos tenerte vivo, entre nosotros. Ya sabes que vamos a seguir apoyándote y animándote. Lo demás son circunstancias de la vida, que en ocasiones, nos pone a prueba. Seguro que tú, una vez más, vas a salir airoso y vas a saber transformar toda esta historia en energía positiva.»
Empiezo a sentir esa transformación de la que me habla Marcos, aunque comprendo que recuperarme llevará su proceso. Echo en falta a mi club de natación RC7, pienso en los periodistas que están contactando a pesar de que el momento no es el mejor y en los amigos, deportistas y seguidores cuyos mensajes estoy recibiendo ahora que las aguas están revueltas.
He pensado que hoy es el día en el que debo grabar un video, contaros frente a frente la complejidad de estos mares y el inesperado jarro de agua fría con el no contaba en esta aventura.
También porque quiero deciros que la cuenta atrás para volver a verme las caras con el Estrecho de Cook comienza… ¡ahora mismo!
Hemos ondeado la bandera de: