Fotos: Carlos Crivillés y José Luis Larrosa

Texto: Chus Sánchez

JAPÓN IBÉRICO  Me ha costado escribir la última página del cuaderno de este reto, pero descubrir qué era lo que quería plasmar en ese folio en blanco y por qué me ha llevado varios días. Hasta que de repente, lo sé: la mente ha nadado por mí y su papel ha sido fundamental, mucho más que otras veces en pruebas similares. La satisfacción es por tanto mayor. Ha sido mi desafío más difícil, el que esperaba que en cualquier momento mi equipo o el capitán del barco decidieran por mí y me sacaran del agua. Mientras tanto, entre las olas lo único que sabía con certeza es que no iba a rendirme aunque no avanzara ni un centímetro, ese era un lujo que no me podía permitir. Con esa idea navegando en mi cabeza la verdad es que no sé cuánto tiempo fue el que nadé con la corriente en contra, sintiendo que el desgaste físico era demoledor y que me fallaban las fuerzas que tiraban de mí en otra dirección. El desconcierto que arrastraba era tal que incluso desconfié de que el final estuviera tan cerca como me dijeron mis compañeros tras una larga agonía, sobre todo cuando el capitán me observaba con atención para comprobar si mi estado aún era óptimo. Le llegué a tomar más miedo que al mismo mar por si yo dejaba de ser consciente de mi situación, porque no era capaz de visualizarme a mí mismo. En cualquier caso mi forma de responderle era mirarlo a los ojos y levantar el pulgar para demostrarle que podía seguir adelante. Lo que no podía aventurarme a decirle era durante cuánto tiempo. Quizá para no minarme la moral mi equipo no me informó de que en dos ocasiones el capitán cambió el punto de llegada y que eso significaba que mi tormento durase más. Tanto Rafa como José Luis se limitaron a guiarme desde el barco e indicarme que debía alcanzar una roca que estaba en una playa supuestamente cercana. Como el oleaje me impedía divisar la costa creí que aún me quedaba mucho mar por delante y las dudas sobre cuál iba a ser el resultado de mi desafío me pesaban tanto o más que los brazos. La liberación llegó cuando a unos 25 metros de dichas rocas la corriente se suavizó y observé por primera vez en no sé cuántas horas que mi cuerpo avanzaba sobre el fondo marino y que con cada brazada me acercaba al objetivo, al deseado final. Un torrente de emociones se apoderaron de mí cuando toqué con mis manos la roca, que me pareció un pedazo de hielo entre tanto infierno. Quería llorar y reír a la vez, hasta que un grito de felicidad salió de mi garganta. A mi lado estaba mi entrenador, José Luis Larrosa, quien se adelantó unos metros para grabar el ansiado momento por parte de los dos tras un año intenso de trabajo, aunque lo cierto ese que no hay foto ni video que pueda transmitir la sensación de ese instante. Ahora, con la cabeza más fría tras unos días de descanso soy consciente de que he logrado escribir mi nombre en una lista en la que muchos aspiran a ser incluidos y que muy pocos consiguen. Yo no creo que lo hubiera logrado sin la fuerza que me aporta nadar en favor de los pacientes de GEPAC, sin el apoyo que me brinda la Fundación ASISA cada vez que me embarco en una aventura y sin la energía que me da del primero al último de vuestros mensajes de ánimo. Para colmo he tenido la inmensa suerte de ser el primer español que ha tocado esa roca helada del Canal de Tsugaru, por lo que cada vez que pienso en lo duro que fue me acompaña una inevitable satisfacción de conquista, la de sentir que en un pequeño punto del mapa, Japón es ibérico.

• El nadador ocupa el quinto lugar del ranking de las 29 personas de todo el mundo que han logrado atravesar el Canal al realizar un tiempo de 8.29 horas un recorrido de 34 kilómetros

• La Fundación ASISA respalda la tercera prueba solidaria que realiza Crivillés a favor de los pacientes de cáncer GEPAC y la lucha por la investigación oncológica infantil de La Hucha de Tómas

• El alicantino conquista la cuarta prueba que se necesita para obtener el galardón de los Siete Océanos.

Pie de foto: Carlos Crivillés

Alicante, 27 de julio de 2017.- El nadador Jorge Crivillés es desde hace unas horas el primer español que ha cruzado a nado el Canal de Tsugaru en Japón, una de las prue-bas que forman parte del desafío internacional de los Siete Océanos. El reto, que tiene fines solidarios a favor de los enfermos de cáncer de GEPAC y promover la investigación oncológica inftanil de La Hucha de Tomás, cuenta con el apoyo de la Fundación ASISA. La prueba ha consistido en completar el recorrido que une por mar Honsu con Hokkaido, que hasta ahora solo habían conseguido completar 28 personas de todo el mundo, ninguna de ellas española.

Tras recorrer 34 kilómetros en 8:29 horas, Crivillés se ha situado en quinto lugar en el ranking de los nadadores de largas distancias que han logrado realizar la prueba, que comenzó a las 17:53 (hora española) y finalizó a las 2:22 de la madrugada (hora española). Tras una trayectoria en aguas abiertas con retos de envergadura como el Canal de Molokai en Hawai y el Canal de La Mancha, Crivillés ha reconocido que por primera vez ha pensado que no iba a finalizar el trayecto a causa del agotamiento que supone nadar a contracorriente, “no he pensado en ningún momento en abandonar, pero sí en que me acabarían sacando del agua. Ha sido agónico.” Un dato útil para comparar el esfuerzo que ha realizado es que durante las primeras dos horas, con la marea entrante, logró recorrer 10,3 kilómetros, mientras que durante los últimos 45 minutos con la fuerza del agua en contra, apenas pudo culminar un trayecto de un kilómetro.

Crivillés considera similar la dureza de este reto con el que realizó el año pasado en el Canal de Molokai en Hawai, donde la presencia de tiburones y olas gigantes convirtieron su llegada a la costa en un calvario de 17:55 horas. “A pesar de ser mucho más corto, ha sido un trayecto de enorme sufrimiento que he peleado en extremo, no tenía noción del tiempo por el hecho de que no avanzaba y he pensado que las fuerzas me iban a fallar de un momento a otro.”

Las complicaciones aumentaron cuando había superado la mitad de la prueba y poco a poco fueron empeorando las condiciones adversas. A cuatro kilómetros de la costa, cuando llevaba recorridos más de 25 kilómetros, Jorge se encontraba luchando dentro de una corriente que lo alejaba de su objetivo, por lo que fue necesario desviar el rumbo y encontrar una zona accesible para intentar pisar el cabo donde se encontraba la meta. Al ser imposible alcanzar la costa, una vez más, tanto el capitán como la organización optaron por localizar un tercer punto de llegada.

A pesar de estas declaraciones de Crivillés, que siempre ha comparado su lucha en el mar con la que mantienen día a día los pacientes oncológicos, asegura que no cambiará sus objetivos y que el año próximo realizará el cruce del Mar del Norte, entre Irlanda y Escocia, con el fin de obtener la quinta de las prueba de los Siete Océanos, su máxima aspiración en el mundo de las largas distancias en el mar.

Jorge Crivillés tiene 46 años y conoció el mundo de la natación de aguas abiertas en el año 2009 a causa de una lesión de espalda. Junto a un grupo de nadadores, en 2010 realizó su primera travesía cruzando el Estrecho de Gibraltar y crearon el Club de Natación RC7 de Alicante.

Compromiso con la promoción del deporte

Este patrocinio se enmarca en los principios corporativos de ASISA, que, a través de las acciones de la Fundación ASISA, mantiene como una de sus señas de identidad más reconocibles un compromiso sólido con el mecenazgo y el patrocinio de multitud de actividades sociales, culturales y deportivas.

Por ello, la Fundación ASISA mantiene un fuerte vínculo con el fomento de la educación y los hábitos de vida saludables. Este compromiso se materializa a través del apoyo y el patrocinio a diferentes deportistas, organizaciones y clubes deportivos, con el objetivo de la promoción del deporte desde la base.

Entre los valores que quiere transmitir y promover a través de estos patrocinios depor-tivos son el trabajo en equipo, la competitividad, la superación personal y la constancia.

Nota de Prensa de Chus Sánchez

www.chussanchez.es

 

Mi cita con el capitán Mizushima le ha dado un giro decisivo al reto. En realidad solo ha adelantado la salida de la prueba unas horas, pero son las suficientes para que el equipo y yo nos veamos obligados a pisar el acelerador con el objetivo de acabar a tiempo los preparativos.Hasta ese momento hemos vivido una mañana tranquila con un paseo matutino, un último entrenamiento en una idílica playa que hemos disfrutado casi nosotros solos y hasta nos hemos hecho unas cuantas fotos intentando capturar en su totalidad el Canal de Tsugaru, una misión imposible porque en mi cámara no cabe un horizonte de más de treinta kilómetros.La prueba se adelanta con la intención de aprovechar al máximo el viento del oeste, que puede empujarme durante parte del trayecto hacia la costa, y para evitar al máximo posible las fuertes corrientes que con total seguridad nos vamos a encontrar a mitad del recorrido.En España la salida será a las siete de la tarde y aquí en torno a las dos de la mañana. Recordad que en cada brazada me acompañan los pacientes de cáncer porque en este reto nadamos juntos y del primero al último de los entrañables mensajes que he recibido por parte de mis seguidores.Espartanos, si la suerte me acompaña, esta madrugada sí o sí saludaré al sol naciente.

 Jornada de convivencia. Compartir ha sido la clave de la jornada de hoy con mis compañeros de equipo: entrenar, comer, charlar, reír… en realidad lucho por estar relajado y no lo consigo porque el día del reto se acerca y apenas 24 horas me separan del gran momento. Hoy es el día de no saber qué contar y en el que cada hora cuenta mucho. Por la mañana y después de una intensa carrera nos hemos marchado a Aomori en autobús con idea de alquilar un coche y buscar una piscina. Lo primero ha resultado fácil y lo segundo imposible, ya que el horario de ellos y el nuestro eran totalmente incompatibles. De todas formas, un simple mapa nos ha dado la solución y nos ha indicado el camino hasta una playa artificial donde he entrenado una media hora junto a Jose Luis Larrosa. Después hemos comido con los demás en un curioso restaurante donde los asientos están en huecos del suelo, justo debajo de las mesas, para que la comodidad del cliente sea total y evitar así comer de rodillas. Algo más tarde hemos comprado víveres y en un “Todo a cien yenes” algunos enseres pensando en los avituallamientos del día del reto. Mañana será un día clave. Tenemos la clásica entrevista con el capitán del barco y un responsable de la organización Tsugaru Chanel que vigilará mi travesía. Por eso sé que los que acompañan intentan distraerme y que piense lo menos posible en lo que me ha traído hasta aquí. Entrenar, comer, reír, charlar… pero nada… no hay manera… el desafío sigue en mi cabeza. Para terminar el día supongo que un rato de spa me sentará bien. Aún no he tenido tiempo de saludar al sol naciente, aunque creo que esta puesta de sol también se merece un lugar de honor en nuestro cuaderno.