Como os contaba ayer, es el viento quien ha decidido el día del reto. ¡Por fin! Será mañana, 4 de julio.

Esta mañana hemos tenido una última reunión con el capitán Quinton Nelson y ha considerado que la mejor opción era apostar por el 4. La ventana está abierta hasta el próximo día 10, pero justo a partir del 5 empeora el pronóstico. Si sale todo según los previsto, a las tres de la mañana embarcaré sobre las cuatro en Donaghadee y sobre las cuatro me lanzaré al mar en dirección a la costa escocesa.

Desde que conozco que estoy a pocas horas del cruce, confieso que me encuentro inquieto y que entrenar y andar no es suficiente ejercicio y no logro relajarme. Aún así, ha llevado a cabo mi última hora de entreno en la playa de Donaghadee y la mente me dice que cuento con preparación suficiente para hacerme a la mar y resistir los obstáculos. Me espera una tarde de relax en el hotel e intentar robarle unas horas al sueño para llegar despejado a mi cita en plena madrugada. Estoy contento de tener a mi lado a mi equipo, a Marcos Martínez en nombre de los pacientes de AEAL y a Marián Lozano, que seguirá con su cámara el cruce paso a paso, gracias a la Fundación Asisa.

Me voy a la cama sabiendo que en este desafío no me libraré del viento. Solo espero que sople a mi favor cuando me encuentre en medio del canal.

 

El viento impide concretar cuál será el día del desafío. Hace un par de días que sopla con fuerza en la costa irlandesa y no parece que tenga intención de marcharse. Por ahora, el capitán Quinton Nelson nos ha indicado que no deberá retrasarse mucho la decisión porque tras los primeros días del mes de julio, el pronóstico del tiempo empeorará. Sin embargo, aún no nos ha anunciado cuál será el día. El hecho de que la fecha se retrase no me beneficia, me mantiene inquieto. Ya sé que es solo un día o dos más, pero no me deja relajarme a pesar de que lo intento con bromas y sentido del humor.

Bien temprano, aún sin conocer el dato decisivo de la fecha, he regresado con mi equipo a Donaghadee para entrenar. Han bajado un poco las temperaturas y lo agradezco, necesito ese frío para ponerme a tono. Lo de siempre, una hora en el mar para no perder el contacto con el agua ni la aclimatación.

Algo más tarde, hemos comido algo en el Pier 36, un local que ya es un icono para los nadadores que visitan esta localidad, la mayoría acaba entrando aquí al estar muy cercano a la playa. Su dueño nos ha enseñado las paredes del local donde firman los nadadores que han logrado superar el cruce. La verdad es que se me han puesto los pelos de punta.

 

 

La tarde será larga. Una vez en Belfast, primero debemos comprar algunos enseres y pasar por el aeropuerto para recoger a Marcos Martínez, de GEPAC, que en este desafío representará a los pacientes de la asociación por los que nado.

 

Llegar a Belfast con días de antelación previos al reto para nadar en esta costa y aclimatarme fue mi primer objetivo cuando planifiqué el viaje. Por lo tanto, hoy nos dirigimos más al Norte, a una playa cercana a la famosa Calzada de los Gigantes y entrenar en aguas lo más frías posibles.

Elegimos la playa Runkerry Beach, una tranquila bahía en la que casi nadie se atreve a zambullirse y de hecho hay carteles que alertan del peligro. Es justo lo que necesito, una playa no apta para el baño. Otro motivo es que quiero probar la fuerza de las corrientes trasversales antes de verme las caras con ellas durante el cruce.

 

Mientras nos preparamos para entrenar, algunos paseantes nos alertan del peligro. Les damos las gracias y les aseguramos que no vamos a arriesgar más de lo necesario. Además, le contamos el desafío al que hemos venido y, tras sorprenderse de mis intenciones, nos desean mucha suerte y comprenden el sentido del baño que vamos a darnos.

No tenemos intención de arriesgarnos, ya que no hay nadie que vele por nuestra seguridad, por lo que Selina y yo nos adentramos unos cuantos metros y comenzamos a nadar en línea paralela a la orilla. Ya no queremos pensar en el frío y ni siquiera tomamos la temperatura del agua. Hasta nos parece que está más caliente y es motivo de bromas mientras avanzamos.

Brazada tras brazada, y a pesar de nuestra prudencia, la fuerza de las corrientes que nos arrastran al interior no nos dejan terminar la hora de entrenamiento que nos hemos propuesto y algo antes de lo previsto salimos a tierra.

A pesar de todo, nos sentimos satisfechos con el resultado obtenido. Sobre todo, siento que el obstáculo de las corrientes no me impedirá alcanzar la costa escocesa.

Por último, tras un rato de descanso, terminamos la jornada con una caminata hasta el Rope Bridge, un puente colgante situado a unos 25 metros por encima del mar donde desde hace siglos se pesca el salmón y que ahora se ha convertido en una atracción turística.

El paseo junto a los acantilados es fascinante, a cada paso, el mar exhibe toda su energía, una fortaleza que yo ya he empezado a medir.

Regresamos a Donaghadee. En uno de sus puertos tengo una cita muy importante con el capitán del barco que supervisará el cruce hasta Escocia. Lo único que sé sobre él es que se llama Quinton Nelson y que tiene experiencia con otros nadadores, entre ellos el mexicano Antonio Argüelles que lo realizó el año pasado. Su nombre suena bien: capitán Nelson. Me parece un comienzo positivo. Es el propietario de una pequeña dársena cerrada con compuertas para proteger las embarcaciones de las tormentas y nos espera en una pequeña torre de control desde donde se divisa el horizonte y la costa escocesa que deberé tocar para dar por terminado el reto. Durante las presentaciones deduzco que Nelson es un hombre que vive por y para el mar desde que tiene uso de razón. Lo acompañamos hasta el embarcadero para conocer el London. Nos encontramos en un barco con la capacidad suficiente para acoger a todo el equipo. Además es una nave curiosa, tanto el casco como la cubierta son de hierro y llevan encima muchas capas de pintura. Quinton Nelson nos cuenta que fue concebido hace más de cincuenta años como barco de salvamento y con la fuerza suficiente para navegar entre el hielo. Mientras él y yo cambiamos impresiones, Selina, Rafa, Carlos y Javier comprueban qué nos puede hacer falta para que la travesía resulte lo más cómoda posible.

Tras un rato de conversación, Nelson se siente más cómodo y se anima a darme algún consejo. El más importante es que luche por cruzar el canal antes de doce horas. Después de ese periodo de tiempo lo más probable es que el mar se complique y que las corrientes trasversales me impidan alcanzar Escocia, me puedo quedar atrapado en esa cordillera de olas que llaman el Cementerio de los Sueños porque avanzar hasta tierra resulta imposible. Respiro hondo mientras lo escucho. Trato de no darle mucha importancia, cuantas menos preocupaciones ocupen ahora mi mente, mucho mejor. ¿Cómo puedo combatir esas inquietudes? Nadando. Por eso, tras la despedida vuelvo a entrenar durante una hora junto a Selina en el frío mar de Irlanda.

Mi equipo y yo madrugamos para ponernos en marcha en busca de Donaghadee, un pueblo pesquero situado a unos 26 kilómetros de Belfast. Desde el puerto de esa localidad partirá el barco que me guíe en el desafío y me interesa conocer la costa. Descubro que los naufragios han marcado la historia del lugar y eso me indica que se trata de un mar bravo y complicado, no podría ser de otra manera.

Una vez en primera línea de playa decido entrenar. Se trata de mi primer contacto con el enemigo contra el que voy a medirme las fuerzas en los próximos días. Aunque luce el sol corre una brisa fresca y en cuanto mi cuerpo roza el agua siento el frío, el elemento contra el que he venido a luchar y el que me ha obligado a prepararme durante meses. Decido apartar esa sensación de mi mente y me lanzo al mar junto a Selina y Rafa, mis dos compañeros en el equipo. Me digo que si no pienso en ello dejará de ser importante. Desde la orilla mi hijo me alerta termómetro en mano de que el mar está a unos once grados de temperatura. Once, diez… da igual… lo único importante es nadar y para eso he venido. El mar está tranquilo y durante una hora, brazada tras brazada, trato de acostumbrarme al frío hasta que regreso a la orilla. Sin novedad en el frente. He superado la prueba de fuego.

Un vuelo de apenas tres horas de Alicante a Belfast es el resumen del viaje que emprendimos ayer y con el que dimos inicio a la aventura del desafío. Ya hemos pasado nuestra primera noche en la ciudad más grande de Irlanda del Norte.
Como siempre, lo mejor del camino, ha sido la gente con la que nos hemos encontrado. Han sido muchos los viajeros que han querido saber cuál era el desafío del Canal del Norte que lucimos en las camisetas del equipo. El hecho de que se trate de un reto a nado ha despertado mucho interés, pero también que lo realice a favor de AEAL (Asociación de afectados de linfoma, leucemia y mieloma – www.aeal.es) y que una locura de este calibre cuente con un patrocinio detrás, como el de la Fundación Asisa.
Tras este primer día de emociones, quería mostrar esta fotografía, ya que dos viajeros residentes en Belfast decidieron darnos un donativo para AEAL y apoyar con él la aventura, que esperamos sea tan grande como la capital de Irlanda del Norte o el Titanic, ya que aquí está el puerto en el que se construyó. Eso sí, esperamos que el final del reto sea mucho más feliz.

Chus Sánchez