El reto de hoy consiste en plantarle cara la paciencia. Esa gran virtud nunca me ha sobrado y en estos momentos de la aventura de los Siete Océanos, aún menos. Espero y entreno intentando no estar pendiente de los mensajes que entran en el móvil, de no leer aunque lo esté deseando la última hora del parte meteorológico que cambia cada dos por tres, de evadirme charlando y gastando bromas con mi equipo.
«Las cuatro estaciones aquí pasan en un día», afirma bromeando pero con seguridad Philip Rush, el capitán del barco y juez del desafío que me acompañará en el Estrecho de Cook. Nos hemos vuelto a encontrar frente a frente después de unos meses, tras la decepción que supuso para mí volver a casa sin lograr nadar, a causa de las malas condiciones del tiempo. Esta vez siento que él está relajado, que ha desaparecido la tensión de los encuentros el año pasado, cuando lo único que podía darme eran negativas. Me da la mano con una amplia sonrisa y se muestra seguro al afirmar que todo irá bien. Él, un nadador experimentado que ha realizado este cruce varias veces, confía en que los próximos días aparezca el momento perfecto para el desafío. Yo también. Suspiro para tener fe en sus palabras y en las condiciones favorables de un verano que bajo mi punto de vista, no se parece en nada al verano.
Aún así, es tanta la energía que he puesto en esta prueba que la impaciencia es a veces más fuerte que yo. Estoy pendiente del viento, de las olas, del cielo, a la búsqueda de una señal que me confirme si será mañana o no será, el día decisivo.
¿Qué otra cosa puedo hacer? Trato de disfrutar. Nadando en Oriental Bay o descansando en Odlins Plaza de Wellington donde se celebra el Festival Pasifika, que celebra la unión de las comunidades indígenas del Pacífico. También reencontrándome con amigos españoles que dejamos aquí en nuestra primera visita.
Ahora es cuando comienzo a sentir el objetivo solidario que me ha traído hasta Wellington, al otro lado del mundo. Quizá porque ejercitar la paciencia es otro deporte de alto riesgo, la distancia que me acerca más que nunca a AEAL y GEPAC. Ellos y su ejemplo son la clave que necesito, el resorte que me reafirma ante el desafío, el verdadero objetivo que me anima a superarme y a visualizarme más cerca del logro que aspiro a alcanzar. Para mí y para ellos, la actitud es lo que más cuenta en cada una de nuestras batallas. Y no, no voy a dejar que me gane.
19 de Enero de 2020.