«Nadar en el mar es improvisar a cada momento»
JORGE CRIVILLÉS, nadador alicantino de aguas abiertas.
por SONIA MARCO
Tras culminar con éxito su último desafío a la naturaleza, el alicantino Jorge Crivillés (1971) nos cuenta su experiencia de nadar durante 18 horas seguidas en aguas del Océano Pacífico con el fin de coronar la travesía del Canal de Molokai, en las islas Hawaii. Se trata de una dura prueba de 42 kilómetros de recorrido a realizar en aguas impredecibles por sus corrientes, vientos fuertes y visitantes inesperados.
Jorge Crivillés en la playa del Postiguet. Foto: SONIA MARCOLo que empezó como una necesidad por prescripción médica se convirtió en una pasión, un leitmotiv que va más allá de una simple afición. Se trata de la natación y en el caso de Jorge Crivillés, en mar abierto, donde llega a estar hasta 18 horas seguidas devorando distancias en condiciones extremas. Tras conocer su última gesta en aguas del Pacífico, nos tomamos un café tranquilo frente a la playa del Postiguet una rara tarde lluviosa de septiembre, para conocer los detalles de su aventura.
—¿Cómo empezaste en la natación de aguas abiertas?
—Por un problema de salud. Hace siete años el médico me diagnosticó dos protusiones y degeneración vertebral de la columna, por lo que me recomendó nadar.
—¿Cuánto tiempo empezaste a dedicarle?
—Empecé a nadar tres horas por semana, cuatro como mucho. Mis comienzos fueron patéticos, al principio me ahogaba y no llegaba a hacer un largo, ya que es un deporte que requiere mucha técnica. Desarrollar la capacidad pulmonar necesaria me costó, la verdad.
—¿Y cómo fue tu salto de la piscina al mar?
—Cuando empecé a nadar conocí en la piscina a un grupo de nadadores que se preparaba para hacer una travesía en mar abierto y me uní al grupo. Era el mes de febrero, y en junio nadamos 1.500 metros en el Pinedo, Torrevieja. Ahí fue cuando me dije “esto es lo mío” y empecé a tomármelo más en serio.
Tan en serio que, al año siguiente, Jorge realizó la travesía del Estrecho de Gibraltar, una de las que figuran en el “Desafío de los 7 océanos”, un circuito de natación en mar abierto que se organizan a nivel internacional en diferentes partes del mundo. Desde aquel 2010 en que consiguió cruzar a nado ambas orillas del estrecho, es el primer alicantino en lograr la Triple Corona –el Canal de la Mancha, la vuelta a la Isla de Mahattan y el Canal de Santa Catalina, en California-, y su última hazaña ha sido culminar la travesía que transcurre en el canal de Molokai, en las Islas Hawai, el pasado 17 de agosto.
—Para llevar a cabo este tipo de pruebas, ¿cuánto tiempo y recursos inviertes?
—La planificación de los retos me lleva alrededor de un año. Cada prueba del Desafío de los 7 oceános tiene su propia organización, a la que te diriges, solicitas y pagas la inscripción. En algunos casos, te piden bastantes requisitos y es difícil conseguir la autorización, como en el caso de la vuelta a Manhattan, donde ese año participamos sólo 27 nadadores de todo el mundo.
Respecto a la inversión, desde hace dos años cuento con el patrocinio de ASISA que cubre los gastos de la inscripción, el desplazamiento y dietas de todo mi equipo, unas cinco personas, pero antes me lo costeaba de mi bolsillo. Soy visitador médico, nadar es una afición.
—¿Por qué realizas estas pruebas?
—Se trata de un reto muy personal, no compito con nadie. Es más, pago por hacerlo, pero me compensa el reconocimiento y la satisfacción personal que alcanzo cuando consigo el objetivo.
Jorge Crivillés durante su última travesía en aguas del Pacífico. Foto: jorgecrivilles.es
—¿En qué condiciones haces las travesías?
—Hay una serie de normas. Sólo puedes vestir un bañador, gafas y un solo gorro, nada de neopreno, palas o aletas. Vas a pelo. Tampoco puedes apoyarte en ningún elemento, como un kayak o barco y el avituallamiento te lo hacen a través de una pértiga, en el caso de la comida, y la bebida te la lanzan atada a un cabo. Tienes que comer muy rápido, parar lo menos posible, ya que las fuertes corrientes enseguida te apartan de la ruta. Para que todas las condiciones se cumplan hay un “observer” de la organización que detalla las paradas, lo que comes o bebes, y vigila que no haya infracción alguna, como subirte a un barco. Después certifica que la travesía ha sido limpia y apunta el tiempo empleado.
—Tantas horas en el mar tendrá sus daños colaterales. ¿Qué es lo más duro?
—Una de las mayores complicaciones que sufro es el daño que la sal hace en mi boca. Me deja muy afectado, me anula el sentido del gusto y en el último reto en Molokai me dejó las vías altas muy tocadas. Estuve dos días sin poder comer bien, pero claro, fueron 18 horas. Nunca había nadado tantas horas seguidas.
Momento del avituallamiento en aguas del Pacífico. Foto: jorgecrivilles.es—¿Qué se te pasa por la cabeza cuando estás en el mar?
—Pienso de todo, intento evadirme y no ser consciente de los posibles peligros. La cabeza va por un lado y el cuerpo por otro. Además, nunca llevo reloj, prefiero no estar pendiente de eso. Me meto en una orilla y salgo en la otra, nada más, me lo planteo como una aventura, a ver con qué me voy a encontrar, como las corrientes o las olas.
—En esa horquilla de aventura, ¿con qué te has encontrado en alta mar?
—De todo, condiciones de mar horribles, de muchas corrientes y un oleaje de tres o cuatro metros, con un avituallamiento complicado y una llegada muy difícil. La peor travesía que he hecho fue la de Santa Catalina, en California. Me metí ya mareado y no paré de vomitar en todo el trayecto. Entonces la improvisación es total, no sabes qué puede pasar.
—¿Y algún acompañante inesperado?
—Pues te parecerá extraño, pero no he nadado con delfines, como se puede imaginar uno –Ríe -. Con pocos animales me he encontrado, aunque sí he estado con tiburones.
Tras ahuyentar a un tiburón seguí con la prueba.
—¿Dónde tuviste este “encuentro”?
—Fue en Molokai, hace un mes. Una experiencia nada agradable. Las aguas del Pacífico son muy claras, estaba nadando y vi uno debajo mía. En pocos segundos me di cuenta de nos seguían dos a la derecha y dos a la izquierda. Paré y se lo dije a Rafa, mi compañero que me acompañaba en kayak.
—¿Cómo reaccionaste ante la situación?
—Me quedé paralizado, no sabía que hacer, pues tenía claro que si me subía al kayak la prueba se anularía, y había mucha gente y mucho esfuerzo detrás de aquello. Entonces vi que uno de ellos se acercaba hacia mí y cuando estaba a dos metros, cogí el inhibidor de tiburones que llevábamos, el Shark-Shield, y lo agité hacia él para ver si así las ondas que desprende se hacían más fuertes y llegaban a más profundidad, y funcionó. Se paró, siguió dando vueltas alrededor nuestro unos veinte minutos y al final se fue abriendo con los otros y se fueron.
—¿Después pudiste seguir con la prueba?
—Pasé miedo, pero lo pude controlar. Me quedé en estado de shock, la verdad, y ahí fue fundamental el papel de Rafa, que me conoce bien y me dio ánimos, aunque la siguiente hora fue la más dura. El estrés del momento me desgastó mucho, estaba como ido. Todavía me quedaban seis horas, así que poco a poco me fui calmando y en mi cabeza decía “tranquilo, no va a pasar nada, ya he visto los tiburones que tenía que ver”.
—¿Y el lado positivo de la prueba?
—A quien le gusta la adrenalina, la disfruta. El Pacífico es un océano increíble, tiene muchísima fuerza, e hice la travesía además con luna llena en un mar de perros, pero disfrutando a la vez. La verdad es que, a pesar de los tiburones, ha sido la travesía con la que más he disfrutado.
Natación solidaria
La pasión de Jorge por la natación en mar abierto va más allá de un desafío personal con la naturaleza y alcanzar una serie de pruebas. En 2007 creó el club de natación RC7 –Respira Cada 7 segundos- junto con otros compañeros, con el fin de colaborar con AEAL -Asociación Española de Enfermos de Leucemia, Mieloma y Linfoma- para hacer más visible su función y difundir su labor a través de sus travesías y retos. A nivel local, RC7 organiza dos travesías anuales, una con motivo de la Santa Faz, y otra en Hogueras, que trascurren del Postiguet a la Playa de San Juan, y en las que participan nadadores de toda España.
Seguiré hasta que el cuerpo aguante
-Desde que empezaste has ido a reto por año. Culminada la Triple Corona más el Estrecho de Gibraltar, te quedan tres pruebas para terminar el Desafío de los 7 oceános. ¿Hasta cuándo seguirás, cuál es tu próximo reto?
– Lo bueno de la natación es que te permite practicarla hasta que el cuerpo aguante. Este año un nadador japonés de 73 años ha culminado el canal de Tsugan, en Japón, prueba que intentaré hacer el próximo año y para la que empezaré a entrenar en unos 15 días. Ya tengo fecha, lo haré a finales de julio próximo. Mientras tanto hago running, paddle surf, para no saturarme. En dos semanas empiezo con la rutina.
La rutina consistirá en entrenar seis días por semana en gimnasio, piscina y mar. Desde octubre hasta julio, cuando viajará a Japón con su equipo y familia para completar el siguiente reto. Y después, a otro punto del planeta a seguir devorando distancias en diferentes aguas, distintas orillas pero con los mismos peligros. Hasta que el cuerpo aguante, nos dice, seguro de quien ha encontrado una pasión en su vida. Nos despedimos de Jorge y su mujer, Chus, hasta la próxima. Dentro de un año, seguro. Suerte y a disfrutar, Jorge.
Fuente: Hoja del Lunes