El nadador alicantino Jorge Crivillés, especializado en la pruebas de larga distancia, ha completado este viernes la travesía del Canal de Bristol, en la costa galesa, en diez horas, y ha conseguido una nueva triple corona de la natación de larga distancia al sumarla a sus travesías del Canal de la Mancha (2012) y el Canal del Norte (2019).

Crivillés, que realiza esta prueba con fines solidarios para dar visibilidad a los pacientes oncológicos de AEAL (Asociación Española de Afectados por Linfoma, Mieloma y Leucemia), y GEPAC (Grupo Español de Pacientes con Cáncer), ha partido esta mañana, a las 09:35 hora española, de la localidad galesa de Glenthorne y, tras diez horas, ha logrado tocar tierra en la costa de Porthcawl.

El nadador ha recorrido unos 50 kilómetros, aproximadamente, muy por debajo del tiempo previsto, según han señalado a Efe fuentes de su equipo de colaboradores, ya que las previsiones eran de al menos unas 12 horas de travesía.

Fuente: El Español

¡Cambio de planes! El reto será mañana viernes. Se ha decidido en un minuto, tras una rápida llamada telefónica de Ceri, uno de los responsables de la organización Bristol Channel Swimming, quien decidió que era mejor cancelar la reunión que teníamos prevista para adelantar los preparativos de mi prueba. 

Yo ya era consciente de que la previsión del tiempo de cara al fin de semana había empeorado. Lluvia, viento, bajas temperaturas… Es imposible que la travesía se realice el sábado tal y como estaba previsto. Por ese motivo me preparo para asumir esta eventualidad a la que ya me he enfrentado otras veces. Como se suele decir la experiencia es un grado.

Mañana, si el pronóstico no cambia, es posible que nade con lluvia, aunque eso no supone un inconveniente, porque será ligera y se espera sobre todo por la tarde. Sí lo será para el resto del equipo porque la embarcación en la que irán es una neumática sin toldo que no los protegerá de las inclemencias del tiempo.

Adaptarte y avanzar, eso es lo único que se puede hacer cuando la vida te cambia los planes. En esos estamos… 

 

 

Hoy será una jornada tranquila: haremos las compras necesarias del avituallamiento para la travesía y nadaré por puro placer, sin entrenar y con el único fin de relajarme. 

Por cierto, echad un vistazo a los carteles que encontré en la playa de Porthcawl donde hay indicaciones específicas para nadadores de aguas abiertas y se explica la importancia de usar boya para ser visible desde la costa.

 

 

Además conocí a Laurence, el coast guard de la playa que nos dio detalles sobre lo variable que resulta el tiempo en el canal de Bristol y cómo cambian en pocas horas las condiciones del mar. 

Nos vemos mañana dando brazadas. Vaaamooossss espartaaanooossss!!! Una vez más necesitaré vuestro apoyo. Siempre agradecido!!!

Fotos: Carlos Crivillés

Textos: Chus Sánchez

 

 

Este era un viaje muy deseado desde que tuvimos que cancelar el reto a nado del Canal de Bristol el año pasado a causa del COVID. Cuanto más tiempo se planean los detalles menos hay que improvisar y por primera vez nos ha sobrado justo eso: tiempo. Bajo esa consigna me siento tranquilo, el orden de los acontecimientos parece establecido. 

Las sensaciones las domina el entusiasmo, tanto mío como del resto del equipo. Desde el momento de facturar las maletas a recoger los vehículos de alquiler, conducir por la autopista hasta Swansea… ¡qué gozada sentir cómo el calor ha bajado de golpe unos cuantos grados!

Estas primeras horas de contacto con esta localidad de Gales las dedicamos a recorrerla y a buscar un punto de la costa en el que entrenar al día siguiente. La Bahía de Swansea parece un lugar excelente: aguas turbias del atlántico que han empapado el enorme banco de arena que forma la playa a lo largo de varios kilómetros a causa de la marea. 

 

 

La luna está empezando a salir cuando recibo una llamada de Bristol Channel Swimming, entidad que organiza la prueba: las condiciones del mar y del tiempo previstas para el sábado no parecen tan buenas como se esperaba. 

La tranquilidad inicial se desvanece. 

Hemos convocado una reunión con ellos para hoy. 

 

Fotos: Carlos Crivillés

Textos: Chus Sánchez

Ha tardado 9 horas y 3 minutos en recorrer los 26 km que separan las dos islas de Nueva Zelanda

El nadador alicantino especializado en travesías de larga distancia Jorge Crivillés ha completado hace unas horas la travesía del Estrecho de Cook y se ha convertido en el primer español que ha completado el desafío de los ‘Siete Océanos’. Este reto, que sólo habían logrado 19 personas en la historia, consiste en cruzar a nado los siete recorridos de mayor dificultad que existen en aguas abiertas en el planeta.

El alicantino ha tardado nueve horas y tres minutos en recorrer los casi 26 kilómetros que separan las dos principales islas de Nueva Zelanda. «Lo he tenido que dar todo, creí que no lo iba a conseguir», dijo a Efe el nadador, quien destacó las fuerzas de las corrientes y la temperatura del agua, a 13 grados, como los principales inconvenientes.

Crivillés, que ha acabado dolorido por una lesión en el codo, dijo que la prueba se complicó «hasta el final» porque tuvo que hacer frente a «una mala mar». «El viento racheado y constante ha sido lo peor», añadió el nadador, quien ya había cubierto con éxito las travesías de Canal de Tsugaru en Japón, el Canal de Malokai en Hawaii, Santa Catalina en Estados Unidos, el Canal de La Mancha y el pasado año el Canal del Norte entre Irlanda y Escocia y el Estrecho de Gibraltar.

El alicantino, de 48 años, tiene previsto regresar a Alicante el 2 de febrero y ha contado con el apoyo de la Fundación Asisa y de la de los pacientes de cáncer de GEPAC, a los que pretende dar visibilidad en cada una de sus aventuras.

Fuente: Marca

Cuatro estaciones en un día

            El reto de hoy consiste en plantarle cara la paciencia. Esa gran virtud nunca me ha sobrado y en estos momentos de la aventura de los Siete Océanos, aún menos. Espero y entreno intentando no estar pendiente de los mensajes que entran en el móvil, de no leer aunque lo esté deseando la última hora del parte meteorológico que cambia cada dos por tres, de evadirme charlando y gastando bromas con mi equipo.

            «Las cuatro estaciones aquí pasan en un día», afirma bromeando pero con seguridad Philip Rush, el capitán del barco y juez del desafío que me acompañará en el Estrecho de Cook. Nos hemos vuelto a encontrar frente a frente después de unos meses, tras la decepción que supuso para mí volver a casa sin lograr nadar, a causa de las malas condiciones del tiempo. Esta vez siento que él está relajado, que ha desaparecido la tensión de los encuentros el año pasado, cuando lo único que podía darme eran negativas. Me da la mano con una amplia sonrisa y se muestra seguro al afirmar que todo irá bien. Él, un nadador experimentado que ha realizado este cruce varias veces, confía en que los próximos días aparezca el momento perfecto para el desafío. Yo también. Suspiro para tener fe en sus palabras y en las condiciones favorables de un verano que bajo mi punto de vista, no se parece en nada al verano.

            Aún así, es tanta la energía que he puesto en esta prueba que la impaciencia es a veces más fuerte que yo. Estoy pendiente del viento, de las olas, del cielo, a la búsqueda de una señal  que me confirme si será mañana o no será, el día decisivo.

            ¿Qué otra cosa puedo hacer? Trato de disfrutar. Nadando en Oriental Bay o descansando en Odlins Plaza de Wellington donde se celebra el Festival Pasifika, que celebra la unión de las comunidades indígenas del Pacífico. También reencontrándome con amigos españoles que dejamos aquí en nuestra primera visita.

            Ahora es cuando comienzo a sentir el objetivo solidario que me ha traído hasta Wellington, al otro lado del mundo. Quizá porque ejercitar la paciencia es otro deporte de alto riesgo, la distancia que me acerca más que nunca a AEAL y GEPAC. Ellos y su ejemplo son la clave que necesito, el resorte que me reafirma ante el desafío, el verdadero objetivo que me anima a superarme y a visualizarme más cerca del logro que aspiro a alcanzar. Para mí y para ellos, la actitud es lo que más cuenta en cada una de nuestras batallas. Y no, no voy a dejar que me gane.         

19 de Enero de 2020.

 
 
Texto: Chus Sánchez
Fotos: Carlos Crivillés y Chus Sánchez

  

El reto que cuenta

            De repente, estoy ante el reto que cuenta. El último. El corazón me dice que la apuesta es más alta que otras veces. Supongo que siento los nervios del principiante, esa tensión lógica que supone estar tan cerca de la deseada meta tras tantos años en la batalla para nadar los Siete Océanos. Tengo la impresión de que los otros seis desafíos alcanzados, en los que tanto esfuerzo y sacrificio he tenido que emplear para lograrlos, no son más que una muesca en el cinturón que he ido marcando hasta acabar donde estoy: en las Antípodas. Nunca habría llegado tan lejos sin los ánimos de los pacientes de AEAL y GEPAC, sin el apoyo incondicional que siempre me ha brindado la Fundación Asisa.

 

            De momento puedo contar que nada ha sucedido como lo programé. Siempre me dije que mi último desafío para superar los Siete Océanos sería Gibraltar, que aquel conocido enemigo que años atrás nadé por primera vez con neopreno, sin conocer el plan que me había trazado el destino, era el punto del mapa en el que iba a celebrar la gran victoria. A un paso de casa y sin sobresaltos. Sin embargo, los imprevistos, esas circunstancias con las que uno no cuenta y al final lo deciden todo, no me han dejado más opción que darle la vuelta al mundo y regresar hasta donde me encuentro: en las Antípodas. Aquí, si nada lo impide, voy a medirme las fuerzas con el mar del Estrecho de Cook. Los peligros son los de siempre, ninguno me pillará de sorpresa: fuertes corrientes, presencia de fauna marina, medusas que se cruzan en tus brazadas, tiburones en los que es mucho mejor no pensar…

 

 

            El año pasado me vi obligado a dejar Nueva Zelanda sin lograr mi objetivo de lanzarme al mar a causa de las malas condiciones meteorológicas. Esta vez me he dicho que a pesar de las bajas temperaturas que se están registrando aun siendo verano, no lograrán impedir que cruce el Estrecho, que el empeño que he puesto entrenando día tras día durante los últimos meses tiene que dar su fruto antes del 22 de enero.

            Por ahora, antes de aterrizar en Wellington tras un largo de viaje de dos días con escalas en Dubai y Melbourne, he vuelto a saborear la infinita hospitalidad de los españoles que viven aquí, amigos que se han sumado al equipo con su apoyo y generosidad, destacando a la Embajada de España que está siguiendo nuestros pasos día a día, a la espera de conocer si la aventura culminará en esta ocasión con final feliz. A todos ellos les agradezco la cálida bienvenida con la que nos han recibido.

            Por último, mientras nado en las aguas de Oriental Bay para aclimatarme, compruebo que ese viento frío que ha elegido vivir aquí, está soplando a mi favor. Que no cambie, que no cambie…       

 

17 de Enero de 2020.

 
 
Texto: Chus Sánchez
Fotos: Carlos Crivillés y Chus Sánchez

  

El nadador alicantino Jorge Crivillés, especializado en travesías de larga distancia, intentará cruzar el Estrecho de Cook en Nueva Zelanda entre el 18 y el 22 del próximo mes de enero, según ha confirmado a Efe.

La travesía oceánica, de 25 kilómetros de distancia, es la última que le falta para culminar el objetivo de los ‘7 Océanos’, consistente en cruzar a nado los siete recorridos de mayor dificultad que existen en aguas abiertas, reto que aún no ha conseguido ningún español.

Segundo intento

Será la segunda oportunidad en la que intente cruzar este estrecho que separa las principales islas de Nueva Zelanda, entre el mar de Tasmania y el océano Pacífico, en una prueba cuya principal dificultad es la fuerza de las corrientes.

El nadador, que viajará a las antípodas el 13 de enero, ya intentó cruzar el estrecho en el pasado mes de abril, pero las condiciones climatológicas, con fuertes vientos, lluvias y tormentas, aconsejaron aplazar la travesía.

Crivillés ya ha completado las travesías de Canal de Tsugaru en Japón, el Canal de Malokai en Hawaii, Santa Catalina en Estados Unidos, el Canal de La Mancha, así como este mismo año el Canal del Norte entre Irlanda y Escocia, que en 2018 no pudo culminar por hipotermia, y el Estrecho de Gibraltar.

Crivillés afirmó a Efe que la experiencia de cruzar el Canal del Norte fue «terrible», tras completar a finales del pasado agosto el reto de unir Irlanda y Escocia en una travesía de 42 kilómetros en la que empleó casi trece horas.

«Las últimas horas fueron terribles porque el mar se complicó mucho», dijo el alicantino, quien dijo estar «satisfecho» por haber superado una prueba «tremendamente dura», reveló.

«Costó mucho superar el ‘cementerio de los sueños’ (zona de fuertes corrientes), pero estoy muy feliz porque no veía el día de ponerle fin a este canal», indicó en alusión a las numerosas ocasiones en las que viajó para realizar la prueba y no pudo realizarla por cuestiones climatológicas.

Reto solidario

El alicantino, de 48 años, cuenta con el patrocinio de la Fundación ASISA y el apoyo de los pacientes de cáncer de GEPAC, a los que pretende dar visibilidad con diversas iniciativas en cada una de sus aventuras.

Alicante, 26 ago (EFE).- Jorge Crivillés, nadador alicantino especializado en pruebas de larga distancia, completó este lunes la travesía del Canal del Norte entre Irlanda y Escocia, de 22,7 millas de distancia, según confirmaron a Efe fuentes del equipo del deportista.

El alicantino, que se convierte en el primer español en completar esta prueba, llevaba varios días en Irlanda preparando la travesía, aunque a diferencia de otras ocasiones no lo había hecho público tras las últimas experiencias negativas, en las que no pudo completar su reto por diferentes causas ajenas a su voluntad.

Crivillés partió de la localidad irlandesa de Donagadhee a primera hora de la mañana y llegó a la costa escocesa a las 20:00 horas de España en una travesía que se prolongó durante casi 13 horas.

El deportista, que nadó durante gran parte de la prueba entre la niebla, sufrió una picadura de una medusa en un brazo y tuvo que enfrentarse a fuertes corrientes antes de alcanzar el objetivo con una mar que se puso «peligrosa», según relatan miembros de su equipo.

El pasado verano, Jorge Crivillés ya intentó completar la travesía del Canal del Norte, cuya principal dificultad es la fría temperatura del agua, pero tuvo que abandonarla a causa de una hipotermia.

La prueba es el quinto de los siete grandes retos de la larga distancia mundial que ha completado Crivillés tras la travesía de Tsugaru en Japón, el Canal de Malokai en Hawaii, Santa Catalina en Estados Unidos y Canal de La Mancha.

Crivillés, quien ya posee la triple corona de la larga distancia, pretende convertirse en el primer español en lograr estas siete pruebas de la natación, consideradas como las de mayor dificultad en aguas abiertas.

El alicantino, de 47 años, cuenta con el patrocino de la Fundación ASISA y el apoyo de los pacientes de cáncer de GEPAC, a los que pretende dar visibilidad con diversas iniciativas en cada una de sus aventuras.

Tras conseguir este nuevo objetivo, a Jorge Crivillés solo le quedarán por completar la travesía del Estrecho de Cook (Nueva Zelanda), prueba que ya intentó este invierno y que no pudo llevar a cabo por las condiciones meteorológicas, y el de Gibraltar, que ya completó aunque con neopreno, para alcanzar el reto de los ‘Siete Océanos’. EFE

 

 

Fuente: La Vanguardia

No nadaré en el Estrecho de Cook en este viaje. La noticia no la puedo encajar peor. Unos y otros tratan de consolarme hablándome de la victoria que supone una retirada a tiempo. ¿Qué están diciendo? Esa frase tan socorrida no va conmigo, ni siquiera me he medido la fuerzas en este mar. Sin contienda no puede haber retirada.

            «Will need to see you latter.» Esas escasas palabras de Philip Rush no me sonaron nada bien en el WhatsApp. Las interpreté varias veces con resultados muy distintos antes de vernos por última vez. Durante nuestra conversación, él me insiste en que he agotado las posibilidades y que lanzarme al mar así, tal y como está, es una locura: «El problema radica en que el coeficiente de marea es muy alto y eso aumenta la fuerza de las corrientes de forma desmesurada. La previsión ha cambiado y el pronóstico se mantendrá o irá a peor a partir de ahora, con la llegada del invierno.»

            Trato de coger ese toro por los cuernos y le digo a Rush que me quedo aquí más días de los previstos, los que hagan falta. Él me mira a los ojos para insistir en que debo marcharme y regresar dentro de unos meses. «No eres al primer nadador al que le sucede algo así, estamos hablando de unas de las aguas más peligrosas del mundo y hay que encontrar las condiciones adecuadas. Lo mejor es hacerlo más adelante. No voy a poner en peligro tu vida». Son palabras mayores y no sé qué decir. Agacho la cabeza. 

            A pesar de que sus frases suenan rotundas, de que el mensaje es blanco y en botella, no veo la hora de darme por vencido. Aquí la previsión meteorológica cambia cada tres horas y me aferro a un hilo de esperanza tras echar un último vistazo a la pantalla de mi móvil. Soy yo quien ahora me enfrento a los ojos de Rush para decirle que aún me quedo a la espera de una última respuesta porque, en el último parte, tengo la impresión de que las mareas y los vientos podrían soplar a mi favor. Asiente. Poco convencido pero asiente y, un día mas, me dedico a esperar. A última hora de la tarde recibo una misiva con la negativa definitiva y… la impotencia me invade.

            Gran parte de esas últimas horas de tensión no han transcurrido en la gris habitación de un hotel o dando vueltas en plena calle. Mi equipo y yo hemos estado en la residencia del embajador de España en Nueva Zelanda, Fernando Curcio, quien a sabiendas de que no hay motivo para la celebración, nos ha acogido en nuestras horas más bajas para darnos ánimos. Ha sido tanta su hospitalidad que, al menos durante el encuentro, se nos ha olvidado la mala suerte que nos acechaba y hemos compartido temas muy variados de conversación. Realidades muy alejadas de la mía que me han hecho reflexionar y olvidar mis propios problemas. En ese sofá también se han sentado con nosotros la Fundación Asisa y los pacientes de AEAL Y GEPAC, los dos pilares que nos han traído hasta las antípodas.

 

            Algo que no podré olvidar es la cálida acogida que él y el resto de su equipo en la embajada nos han brindando, haciéndonos sentir que nuestra casa está a la vuelta de la esquina. Desde estas líneas quiero enviar un fuerte abrazo a Fernando Cierzo, Luis Ángel Redondo y Maite Irurzun. No podría olvidarme de nuestro ángel en Wellinton, Raquel Roncero, quien ha guiado nuestros pasos casi cada día en esta ciudad. También a Pilar Villamor quien nos ha abierto, sin dudarlo, las puertas de su casa. Por supuesto, a todos los españoles y amigos de habla hispana que, tras tener noticia de nuestra estancia, han querido conocernos o apoyarnos, como la nadadora mejicana Alicia y Lalo Larrinaga, quien me ha invitado al programa de radio que dirige en Wellington.

 

 

            Para sobrellevar que soy un deportista sensato que debe preparar su equipaje en los próximos días dejando aquí una cuenta pendiente, me he decantado por tomarme una cerveza en vez de un té en una terraza de Oriental Bay. Quiero pasar el trago más duro cuanto antes. El primer paso ha sido comunicar la noticia a mi familia y a los que más confían en mí. No ha sido nada fácil escribirla con la rabia comiéndote por dentro. Muy pronto, me han calmado palabras de consuelo.

            «Esto es solo parte del reto. Si solo se tratara de nadar no sería algo tan exclusivo, para unos pocos. Tendrás tu ventana en algún momento y, cuando ese momento llegue, el triunfo nos sabrá a todos más. No es un fracaso, es una parte de la historia de esta prueba y de su dureza. ¡Ánimo para todos!.» Confieso que se me han saltado las lágrimas cuando he leído estas palabras de la Fundación Asisa.

            En mi email he recibido unas líneas de Marcos Martínez, director financiero de AEAL. Se nota en sus palabras que el lazo de la amistad se está anudando con más fuerza entre él y yo. «Los pacientes van a saber valorar tu esfuerzo y compromiso, tu entrega. Queremos tenerte vivo, entre nosotros. Ya sabes que vamos a seguir apoyándote y animándote. Lo demás son circunstancias de la vida, que en ocasiones, nos pone a prueba. Seguro que tú, una vez más, vas a salir airoso y vas a saber transformar toda esta historia en energía positiva.»

            Empiezo a sentir esa transformación de la que me habla Marcos, aunque comprendo que recuperarme llevará su proceso. Echo en falta a mi club de natación RC7, pienso en los periodistas que están contactando a pesar de que el momento no es el mejor y en los amigos, deportistas y seguidores cuyos mensajes estoy recibiendo ahora que las aguas están revueltas.

            He pensado que hoy es el día en el que debo grabar un video, contaros frente a frente la complejidad de estos mares y el inesperado jarro de agua fría con el no contaba en esta aventura.

            También porque quiero deciros que la cuenta atrás para volver a verme las caras con el Estrecho de Cook comienza… ¡ahora mismo!

Hemos ondeado la bandera de:

RC7

La Mar Solidaria

La Batalla de Rande

Barraca Al final Vorem

Alicante Rugby Club

La camiseta del Hércules

 
 
 
Texto: Chus Sánchez
Fotos: Carlos Crivillés y Chus Sánchez

«No puedo cambiar el tiempo. Os comprendo. Sé que es costoso, que habéis venido desde muy lejos, pero… lo único que se puede hacer es esperar a que cambien las condiciones.»

            Philip Rush no tiene mucho más que decir. Hemos vuelto a reunirnos y, en realidad, escucho unos argumentos que no dejo de repetirme, un par de frases que que me las podía haber enviado en un breve mensaje. Sin embargo, necesitaba que me lo dijera cara a cara, al menos para quedarme… ¿tranquilo? La verdad, no sé cuál es la palabra que debería utilizar para describir el borbotón de emociones por el que subo y bajo desde que amanece hasta que me acuesto.

Charlando con Philip Rush

            El capitán y mi equipo nos encontramos en la dársena del puerto de Oriental Bay. Es domingo y por el paseo no cabe un alma. Luce un agradable sol de otoño. Es un buen día en Wellington y el corazón me dice que arriesgue. Rush ladea la cabeza para decirme que no.

            «El viento del canal y las corrientes no se parecen a lo que ves por aquí, en el embudo de la bahía. Son muchos los factores que hay que tener en cuenta antes de lanzarse al Estrecho y, en este momento, no son buenos. Necesitarías mantener una velocidad de siete kilómetros por hora para vencer las dificultades y tocar la otra costa.»

            Entorno los ojos desmoralizado. No existe nadie en el mundo que pueda mantener esa velocidad durante horas. Inclino la barbilla, insatisfecho. De acuerdo, de momento puedo esperar un par de días más con la esperanza de que cambie el tiempo.

            Como consuelo, Rush me cuenta que él tuvo que regresar a Dover, en Inglaterra, hasta cuatro veces, justo hasta que apareció el momento de lograr su sueño de realizar un triple cruce del Canal de La Mancha.

            Cruzo los dedos para que eso no me suceda a mí.

            Nos despedimos y nos vamos a tomar el aire en otro sitio.

El cielo sobre Wellington el pasado domingo

Tomando aire en Rangitatau

            Mi equipo y yo decidimos salir a andar por un paraje llamado Rangitatau. Desde hace unos días no hago más que escuchar que me vendría bien oxigenarme. Llegamos a un enclave arqueológico sobre una colina con vistas al impresionantes al Estrecho. Allí, me azota el viento del que hace tan solo unos minutos me hablaba Rush. Es cierto que no se parece ni de lejos al que sopla a ras de suelo. Me encuentro en un enclave en el que hace un par de siglos existió una ciudadela maorí y la residencia de su líder. El terreno habla de duras batallas. Intento que el oxígeno toque fondo en los pulmones. Respiro.

 
 
 
Texto: Chus Sánchez
Fotos: Carlos Crivillés y Chus Sánchez